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jueves, noviembre 02, 2006

ONCE 2006: aprendo

acatarrado
Estoy acatarrado. Estoy resfriado. Mis padres jamás han usado la palabra catarro para denominar esa enfermedad que produce mocos y tos y dolores de cabeza. Pero yo en estos momentos necesitaba una palabra que empezara por a. Por eso acatarrado en vez de resfriado. Sea como fuere, estoy resfriado. ¿¡Menos mal!? Creo que sí, que menos mal. Porque así me está dando tiempo para ocuparme de mí. Se me ha concedido el permiso de quedarme en casa y de preocuparme solamente de mí. De nadie, ni de nada más. Se me ha concedido la oportunidad de aclarar lo que me estaba preocupando los últimos meses. Estaba, y aún lo estoy, un poco (¡...!) insatisfecho con como me van las cosas (quizás eso explique mi resfriado). Una de esas cosas: el como escribo. Hoy, he vuelto a releer un libro de Carmen Martín Gaite que me encanta: El cuento de nunca acabar. El libro es “Libro de cuentos, libro de iniciación y meditación, libro de aforismos,...” según la contraportada de la edición de destinolibro que tengo en casa. El libro habla de la narración, del proceso de la narración. Y me he dado cuenta de algo que creo esencial. Me he vuelto a dar cuenta de ello, ya que antes también lo sabía pero, por rídiculo que suene, simplemente se me había olvidado. Y es que sin pasado no se pueden escribir relatos.

presente vs. pasado
Em sembla (1) que ahí está la clave. Que ahora mismo no tengo tiempo para el pasado. Me faltan los momentos en que me pueda poner primero a reflexionar como eran las cosas “entonces” y segundo a escribir sobre ello. Hay tantos compromisos. El presente me tiene tan capturado en su rítmo cotidiano y monótono: que si tengo que hacer esto, que si tengo que hacer lo otro, etc. etc. etc. (como solía decir Yul Brynner, me refiero al etc., etc., etc., en uno de sus papeles, creo que hacía de Rey tailandés, para una serie de televisión de cuyo nombre ya no me acuerdo). ¿Es eso grave? No, para nada. M’agrada (2) sumergirme en el presente y acabar las cosas que me he propuesto acabar y no me interesa que estas se conviertan en cuentos de nunca acabar. Creo que el problema surgió porque a veces tengo la vana, vanísima idea de poder hacer no sé cuantas cosas a la vez. Y eso, al menos en mi caso, no puede ser (según he oído por ahí, las mujeres son más aptas para ello, aunque supongo, y bueno lo sé porque me lo contaron personalmente, que también ellas tienen sus límites). Tan simple. En vez de escribir relatos “como Diós manda” (quizás) seguiré transcribiendo significados de diccionarios de palabras que se me ocurran, o combinar dos o tres palabras sueltas y propias. Ya llegará la hora de los cuentos. Con esta Erkenntnis (3) estoy pero que mucho mejor. Y me parece que con ello he cumplido mi misión por hoy. No tengo más que decir, sólo repetir:

rendo ap
endo apr
ndo apre
do apren
o aprend
.

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